El Nuevo Periodismo by Tom Wolfe

El Nuevo Periodismo by Tom Wolfe

autor:Tom Wolfe [Wolfe, Tom]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Comunicación
editor: ePubLibre
publicado: 1972-12-31T16:00:00+00:00


* * *

La situación no tenía mucho que estudiar. La Policía Militar estaba formada en dos filas muy espaciadas. La primera fila estaba a diez yardas de la soga, y los intervalos entre hombre y hombre eran, en aquella fila, de unos veinte pies. La segunda fila, similarmente espaciada, estaba diez yardas detrás de la primera, y, aproximadamente treinta yardas más allá, había, de cincuenta en cincuenta yardas, grupos de dos o tres soldados con cascos blancos y uniformes azul oscuro. Dos talantes distintos se enfrentaban, dos independientes silencios privados.

La situación venía a ser como la de un muchacho a punto de saltar de un tejado a otro. Lo único que no debía hacerse era esperar. Mailer miró a Macdonald y a Lowell. —Vamos—, dijo. Sin volverse a mirarles, sin detenerse a hacer acopio de resolución, o a perderla, decidió que era cosa de saltar ostensible y decididamente la soga. A continuación, atajó sobre la hierba hacia el policía militar que vio más cerca.

Era como si el aire hubiera cambiado, o la luz se hubiera alterado; se sintió inmediatamente mucho más vivo —sí, bañado en el aire—, y, al mismo tiempo, como desencarnado de sí mismo, como si realmente estuviera viéndose en una película en la que tuviera lugar su propia acción. Podía sentir los ojos de las personas del otro lado de la soga contemplándole, podía sentir la intensidad de su existencia como espectadores. Y, mientras él avanzaba, él y el policía militar se miraban mutuamente con la lucidez desnuda y sorprendida que se da cuando absolutos extraños se encuentran por un momento absolutamente vinculados el uno al otro.

El policía militar levantó la porra ante su pecho como para impedir el paso. Para gran sorpresa de Mailer (este había esperado secretamente que el enemigo sería tranquilo y fuerte. ¿Por qué no habían de serlo? Tenían todo el poder, todas las armas), para gran sorpresa suya, el policía militar estaba temblando. Era un joven negro, no muy negro, que parecía proceder de alguna ciudad pequeña en la que quizás no había otros muchos negros; en todo caso, no tenía el aire de Harlem, ni nada demoníaco, nada del poder negro, solamente el aspecto de un pobre muchacho en los ojos. «¿Por qué, por qué tenía que ocurrirme a mí?», era el mensaje de los mármoles petrificados de su cara.

—Atrás, dijo roncamente a Mailer.

—Si no me detiene, voy a ir al Pentágono.

—No. Atrás.

La idea de regresar —«puesto que no me detienen, ¿qué puede hacer?»— por aquellas mismas diez yardas, no podía tomarse en consideración.

Al hablar el policía militar, la porra alzada temblaba. Mailer no sabía si aquel temblor era originado por el deseo que el policía militar sentía de golpearle o porque (¡secreta maravilla militar!) él poseía ahora una fuerza moral que ponía el terror en los brazos de los jóvenes soldados. Alguna corriente inusitada, unas veces giroscópica, otras en remolino fijo, emanaba de aquel temblor de la porra, y el policía militar parecía girar lentamente apartándose de su posición de



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